Con Halloween a la vuelta de la esquina, muchos creerán que el origen de esta festividad comenzó en Norteamérica con una calabaza, pero en realidad todo comenzó con un nabo. Y es que, si se siguen los pasos hasta los orígenes de Halloween, se llega al Ancestral Este de Irlanda, donde comenzó a celebrarse esta festividad hace más de 2.000 años bajo el nombre de “Samhain”, que en gaélico significa “final de verano”.
El origen etimológico de Halloween proviene de la expresión inglesa “The Hallowed Ones”, que en español significa “Los Santificados”, que hace referencia a la víspera de la fiesta de todos los santos. Es por ello por lo que el actual Halloween se presenta como una mezcla del tradicional “Samhain” irlandés y el Día de Todos los Santos.
Según el folclore irlandés, el “Samhain” - una celebración en torno a una hoguera y un banquete-, marcaba el final del año celta y el comienzo del nuevo por el cual los ancestros paganos consideraban que, durante la noche del 31 de octubre, los espíritus de los muertos volvían a visitar el mundo de los mortales. Para los celtas el Samhain era el más importante de los festivales estacionales, y tenía lugar justo entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Durante esos días, los druidas (sacerdotes celtas) hacían ofrendas a sus dioses para tener una buena cosecha y encendían hogueras comunales representando el sol. Asimismo, se encendían fuegos en todos los hogares familiares que permanecían encendidos durante la recolección.
Posteriormente en la Edad Media se incorporaron otras costumbres como la talla de nabos o patatas (y posteriormente calabazas) y fueron los numerosos inmigrantes irlandeses los que extendieron estas tradiciones en Estados Unidos, donde esta celebración fue adaptada y acogida con gran éxito hasta perdurar en el tiempo.