En la antigua festividad celta de Samhain, el final de la cosecha era motivo de celebración para los irlandeses, que aprovechaban para reunirse en familia y compartir los frutos de su trabajo en grandes banquetes donde se contaban historias y celebraban rituales para predecir el futuro. Y es precisamente de esta tradición de la que derivan algunos de los platos típicos de Halloween que conocemos hoy en día en todo el mundo.
El periodo de cosechas ocurría justo cuando los antiguos celtas celebraban el festival de Samhain, en la noche del último día de octubre y antes del comienzo del mes de noviembre. La comida era el centro de estas fiestas y algunos productos tradicionales como nabos, manzanas, sidra, vinos calientes, calabazas, ternera, o cerveza no podían faltar en la mesa.
Con la llegada de las celebraciones cristianas del Día de Todos los Santos, la celebración de Samhain se fusionó con ésta, dando origen al actual Halloween. La víspera de Todos los Santos se convirtió en un día para la preparación y el ayuno donde la carne estaba ausente. Halloween comenzó a celebrarse entonces con platos vegetarianos basados en la patata, además de fruta y frutos secos, con recetas tradicionales que invitaban a saborear la noche más oscura del año de una forma muy especial.